El deseo no es caridad: sexualidad, acompañamiento y dignidad

Cuando hablamos de sexualidad en personas con discapacidad, muchas veces se cae en dos extremos: la negación total del deseo, o la mirada morbosa que convierte sus cuerpos en algo extraño o fuera de lugar. Pero hay un camino más humano, más real: el del respeto profundo, el del encuentro verdadero, el del placer elegido.

Acompañar desde lo erótico no significa “ayudar” desde un lugar de lástima. Significa estar disponible con el cuerpo y la escucha para facilitar experiencias sexuales, sensuales o afectivas que respondan al deseo propio de cada persona. No hay un modelo único. A veces es una caricia, otras una práctica más intensa, otras simplemente hablar sin sentir vergüenza.

Mi rol como trabajadora sexual inclusiva incluye, por supuesto, dar placer. Pero no se trata solo de eso. También es abrir posibilidades, habilitar un espacio íntimo donde el deseo puede existir sin culpa, sin metas impuestas, sin apuro. Donde una persona con discapacidad no tiene que explicarse ni pedir permiso para sentir. Donde el fetiche, el juego de roles, la entrega o la simple mirada pueden ser tan importantes como cualquier otro acto.

No es caridad. Es erotismo. Es derecho. Es amor propio. Y es libertad.

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