La intimidad no se adapta: se construye con deseo

Cuando se habla de discapacidad y sexualidad, muchas veces se piensa en adaptar algo que ya existe: adaptar la educación, adaptar los cuerpos, adaptar los vínculos. Pero la intimidad no necesita adaptaciones técnicas. Lo que necesita es ser escuchada desde el deseo real de la persona.

Hay quienes llegan a una sesión sin haber sido mirados nunca con deseo. Hay quienes cargan años de silencios, de burlas, de incomodidad ajena. Y en ese espacio de cuidado, donde todo está pensado para respetar tiempos, límites, preferencias, muchas veces aparece algo tan simple como poderoso: el alivio de poder ser deseado sin pena, de poder elegir sin explicarse.

Como trabajadora sexual inclusiva, no solo doy placer: también abro puertas. Acompaño a descubrir qué cosas excitan, qué cosas incomodan, qué cosas se quieren probar. Y eso no lo enseña un manual. Se construye con presencia, respeto y conexión real.

La ESI nos enseña que la sexualidad es un derecho. Y ese derecho no se detiene frente a una silla de ruedas, un diagnóstico o una condición. La intimidad no se adapta. Se crea. Se habita. Y también puede ser maravillosa.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *